Editorial

El Eternauta volvió a aparecer cuando más se lo necesitaba

(Saúl Gherscovici)

La serie, que se estrenó el 30 de abril, sigue siendo la serie más vista en la Argentina y la mayoría de los países latinoamericanos y es la tercera a nivel mundial. Ese no es el problema para el gobierno, que hasta podría intentar colgarse a ese éxito, sino el mensaje que tanto la historieta como ahora la serie contiene e impulsa.

En medio de primero un teórico fenómeno natural que mata a quien es tocado por esa "nieve", que luego se sabe que se trata de parte de una invasión alienígena, Juan Salvo y sus amigos entienden que la sociedad no se salva sola y que un héroe solo es tal si es colectivo.

Ese mensaje central de la historieta, que se mantiene en la serie pese a los cambios lógicos y acertados que los guionistas incluyeron para traerla a estos tiempos, ya es un golpe casi de nockout para el que se quiere imponer en estos tiempos.

A eso hay que agregarle que en la serie Juan Salvo se convirtió en la serie de Netflix en un ex "pibe de Malvinas", esos que juramos no olvidar pero que en los discursos presidenciales no solo no están contenidos sino que son pisoteados.

La serie, en este caso a través del gran gordo Favalli también nos hacer ver que, mientras en la Argentina actual se reprime a los jubilados todos los miércoles, "lo viejo funciona", y que pese a toda la crueldad que una invasión y una "batalla cultural" conlleva siempre hay espacio para la lucha por los valores humanos y colectivos.

Con su historieta, Oesterheld representó la autodenominada Revolución Libertadora que en 1955 dio un golpe de Estado y derrocó a Juan Domingo Perón, luego de los bombadeos a civiles en la Plaza de Mayo, y adelantó lo que iba a suceder con la dictadura de 1976, de la cual él y casi la totalidad de su familia son parte de los 30.000 desaparecidos.

Por todas estas razones, más el éxito mundial de "lo argentino", tanto que en Japón ahora se está aprendiendo a jugar al truco, el gobierno y los suyos intentaron primero apropiarse de la historia porque, como se sabe, en el arranque de la trama a Juan Salvo solo le preocupaba él, su familia y sus amigos.

Luego, cuando vieron lo que seguía o alguno agarró la historieta, la incluyeron dentro de un plan kuka de desestabilización que no solo se cuestionó desde redes sino que también, como sucede con el plan de ajuste, contó con el sostén de personajes públicos pero oscuros como Luis Majul, que vaya a saber desde qué lugar le sugirió a los guionistas y a Ricardo Darín que no se dejen usar.

Es así que, mientras El Eternauta sigue conquistando espectadores, el gobierno se encontró con un problema inesperado y es que una serie pueda ser el ariete que rompa el relato que hace que el plan económico y de gobierno, basado en la crueldad y la miseria planificada, pueda caerse en mil pedazos.

Ojalá que, una vez más, el mensaje de una búsqueda colectiva por bienes y valores populares y sociales pueda imponerse al cruel "sálvese quien pueda" que, en esta época de nieve contaminante y mortal, está sostenida en una libertad a morirse de hambre, como dijo y repite el presidente Javier Milei.

Ojalá que el éxito de esta serie también sirva para que, casi 50 años después, aparezcan los nietos apropiados de Héctor Oesterheld estos que tal vez estén maravillados por esta serie y ahora, a través de los mensajes de las Abuelas de Plaza de Mayo, entiendan que sus dudas de origen puedan ser canalizadas hacia el encuentro de su historia.

Ese sería el mejor final e impensado hasta hace poco para la diezmada familia de ese guionista que alguna vez, joven y geólogo, anduvo por Comodoro Rivadavia y nos dejó esta potente historia que nos deslumbró y guió en la adolescencia y ahora nos vuelve a generar esperanza. Esperanza colectiva que, ya se sabe, es la única que vale e importa.

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