Las empanadas de Darín
Ricardo Darín disparó el sábado un par de verdades en la "mesaza" de Mirtha Legrand y el gobierno nacional, al que evidentemente nunca se le puede decir nada que sea distinto a lo que piensa y ejecuta, con todo su equipo comunicacional, tanto el tradicional como el de redes, entró en pánico y en acción.
El prestigioso actor, uno de los argentinos más queridos y reconocidos no solo en el país sino también en el resto del mundo, muy rara vez habla de lo que no sabe. Tampoco opina sin fundamento y jamás oculta su pensamiento, que nunca fue político-partidario sino más bien uno basado en el sentido común y en la búsqueda de una sociedad más justa.
Desde el abrumador éxito de El Eternauta, el actor brindó varias entrevistas en las que habló de la obra de Oesterheld y de la maravillosa adaptación que, para el formato serie, hizo Bruno Stagnaro. Darín no necesitaba promocionar la producción de Netflix porque ya era número uno en gran parte del mundo desde las primeras horas de estreno, pero sí quería dar esas notas, en la que siempre fue y es tan generoso, para reivindicar el mensaje y el trabajo en equipo y enteramente argentino.
¿De qué hablamos, cuando hablamos de empanadas?
En la serie, tal vez incluso más que en la historieta original, se reivindica lo argentino, eso que en estos tiempos que corren desde los sitios de más alto del poder se encargan de desprestigiar porque saben, como alguien certeramente señaló, que los pueblos sin orgullo y sin alegría son los más fáciles de dominar y someter.
En la serie se metió, inteligentemente, la cuestión y el sentir de Malvinas, al igual que el rescate de lo viejo eso que, como se demuestra en el desarrollo de la historia, sirve pero que en la vida real se denosta, ajusta y reprime en cada protesta de jubilados de los miércoles.
Convocado, una vez más para hablar de El Eternauta, esta vez Darín fue más allá. Cuando Mirtha le preguntó cómo veía el país, primero recurrió a esa ironía que maneja a la perfección pero luego avanzó en su crítica que, pese a los intentos del gobierno, no estuvo centrada en el precio de las empanadas sino en el costo de vida en el país y en el lastimoso hecho de que "hay mucha gente que la está pasando mal, muy mal", como claramente señaló.
Al plantear el precio de las empanadas, Darín no solo recordó lo que cuesta ese autóctono y sabroso producto argentino sino lo complicado que es hoy, para la clase media de la que es parte el actor, darse un gusto como es mantener el "compramos algo", con el que generalmente se organizaba una juntada improvisada.
De paso también resignificó la escena más famosa del cine nacional, curiosamente en una película sin Darín, en el que el protagonista de vida dudosamente acomodada se comía una de las tres empanadas que su hermana tenía para comer con su familia. La diferencia es que, en este caso, el actor no ponderó la pobreza o miseria digna, sino que condenó desde el sentido común y colectivo la miseria planificada y ejecutada
Toda historieta es política, al igual que todo plan de ajuste
El gobierno, que ya había intentado primero coptar a El Eternauta al plantear ridículamente que se trataba de un héroe libertario. Cuando los capítulos avanzaron no tuvieron otra que darse cuenta de que el sálvese quien pueda no era precisamente el mensaje ni de la historieta ni de la serie. Entonces pasaron a la fase de la denigración al instalar que se trataba de una "serie política". Algo que era obvio, máxime si está basada en la historieta más política de todos los tiempos, esa en la que se alude a una conquista extraterrestre como mensaje subliminal de lo que estaba pasando en el país en 1955, con la Revolución Libertadora y los bombardeos a la Plaza de Mayo, y adelantó lo que 20 años después iba a suceder con la última dictadura.
Tras el fracaso de atacar a la serie, el gobierno se encontró con el cuestionamiento de Darín. La respuesta fue la habitual de quien no entiende razones sino odios. Al actor lo hostigaron desde los funcionarios formales, como el ministro Luis Caputo, que todavía debe explicaciones sobre el endeudamiento y sus millones de dólares en el exterior, hasta el ejército de trolls que le dio al presidente algunos memes para que pueda repostar.
Se trató de un nuevo acto de intento de sometimiento a alguien que, desde un sitio de enorme representación y cariño, osó a decir que las cosas no están bien en el país y a hacer un par de preguntas más que lógicas sobre un eslabón más del plan económico, que ya sin los dólares de la reservas y sin que alcancen los recientemente acercados desde el FMI busca, como en los 90, también quedarse con los dólares colchón.
El espionaje avanza
Mientras que Darín era hostigado, el periodista Hugo Alconada Mon ratificaba que la SIDE está espiando y monitoreando a quienes piensan distinto y lo expresan públicamente, ya sea por redes o medios tradicionales. En respuesta a la ratificación, al periodista le intentaron hackear su whatasapp y cuenta de X.
El gobierno, salvo la inicial desmentida sobre el espionaje, no repudió ni pidió que se investigue lo que sucedió con el teléfono y redes de Alconada Mon. Tampoco se expidió ni se solidarizó con el periodista Roberto Navarro, agredido violenta y arteramente por la espalda, ni con cada uno de los trabajadores de prensa que son reprimidos y hasta encarcelados todos los miércoles frente al Congreso.
Se trata de acciones y silencios propios de gobiernos autocráticos y encerrados en esa lógica de odiar a quienes piensen distintos. Ni hablar si esos que dicen o escriben lo que piensan son los que, como en el caso de Darín, encarnaron a Juan Salvo con ese mensaje tan denostado que señala y recuerda que nadie ni se salva ni come empanadas solo.