El destierro de los trabajadores comodorenses en Neuquén

El relato de los operarios que se mudaron a la cuna del shale con la primera ola migratoria que se dio en pandemia. Su experiencia, "el frío" de Neuquén, el golpe de la realidad y el deseo de volver a Comodoro

"El petróleo en Comodoro se acabó". Esa fue la frase con la que Gonzalo se convencía de que su futuro ya no estaba en Comodoro, sino en Neuquén.

Gonzalo le pidió a ABCDiario preservar su nombre. Es ingeniero en Petróleo egresado en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y está cerca de cumplir una década en la industria. Como nadie sabe lo que significa que su nombre aparezca en los medios sin la autorización de la empresa.

Cuando la pandemia comenzó a dejar un problema, el profesional recibió una oferta que no podía rechazar. Un nuevo puesto en Neuquén, más responsabilidades y, por lo tanto, más salario. Su vida profesional estaba creciendo tal cual lo soñaba aquel estudiante que rendía el examen de ingreso a la Facultad de ingeniería.

"La oferta llegó en un momento justo de mi vida. Me había separado y mis viejos se jubilaron así que me servía para mandarles plata y volver a empezar de nuevo", sostuvo el joven.

La compañía que lo emplea le consiguió una vivienda en la cuna del shale argentino. Llegó en septiembre de 2021 y las altas temperaturas se hicieron sentir. "El clima es raro. En Comodoro salimos con un buzo o una campera, acá en septiembre ya tenés días de 30 grados. Es una locura", describió.

Los días pasaron y lentamente trataba de acostumbrarse a Neuquén. Sus compañeros lo recibieron de la mejor manera, pero siempre le dejaban en claro que no estaba en Comodoro. "El neuquino es amigable, pero agresivo con los que somos de afuera. La gente te hace saber que no sos de acá y que hay diferencia entre los de acá y los de afuera", destacó.

"Obviamente como todos: a los porteños no se le dice nada. A ellos se los recibe con bombo y platillos. Al principio te da bronca, pero después lo tomás como ‘gajes del oficio'", agregó.

El drama del alquiler

El pago era bueno. Le permitía ayudar a su familia y ahorrar para darse algunos lujos. El problema comenzó cuando la compañía le informó que no se haría más parte del arriendo como estaba pactado.

El salario se achicó. "Fue un error mío. Nunca pregunté cuánto era el alquiler de la casa. Cuando me avisaron que me tenía que hacer cargo de la casa fue un golpe duro", subrayó.

Para tomar relevancia, un alquiler de dos ambientes en la Cuenca Neuquina puede llegar a costar 4.500.000 de pesos por mes. A eso hay que sumarle los servicios (precios similares a los de Comodoro), la canasta básica elevada y actividades de esparcimiento como el pase mensual del gimnasio que hasta triplica cualquier salón de Comodoro.

"El salario se me achicó bastante con el alquiler. La vida en Neuquén es cara y no tiene el mismo sentido que en Comodoro. La gente es distinta, todo parece más caro. No importa que el salario sea alto, parece que nada te alcanza", consideró.

El sueño fugaz de la casa propia

Si el alquiler es caro, la casa propia en el corazón de Vaca Muerta puede llegar a ser una utopía. Las viviendas rozan precios astronómicos y los terrenos escapan la realidad de los trabajadores promedio.

Ramiro es petrolero de base. Se mudó desde Comodoro a Neuquén en busca de un futuro mejor para su familia. "Nos vinimos con mi esposa y mi hijo. El alquiler es caro. Nos fuimos a otra localidad porque es imposible pagar un alquiler en Neuquén", contó a este medio.

A todo esto, hay que sumarle los problemas en Educación, que ya se vivían en Chubut. "Nosotros pensábamos que esto andaba todo sobre ruedas, pero cuando llegamos nos dimos cuenta que tenés que mandar a tu hijo a una privada porque sino se pierde muchos días de clases. Lo mismo que pasa en Comodoro", aseguró.

El operario debe afrontar otro inconveniente: el viaje para llegar a su trabajo. "Hay veces que tengo que ir a la empresa y desde mi casa en Cipoletti (Río Negro) tengo hasta una hora y media de viaje de ida y otra hora y media o dos de vuelta", describió. Las conexiones con Neuquén y los yacimientos de Vaca Muerta son un verdadero dolor de cabeza para todos los ciudadanos de la Cuenca Neuquina.

El sentido de ser extraño

Cuando llegó a Neuquén, Ramiro cumplía tareas en el campo, pero su experiencia le permitió ascender y combinar trabajos de oficina y en los yacimientos. En sus inicios, el comodorense sufrió "la bienvenida" de sus compañeros. "Como todos: pagué derecho de piso. Me escondían los botines y el casco con los auriculares (elementos obligatorios que puede significar motivo de despido). Ni hablar de tirarme la vianda o que en la camioneta empezaran a tirar comentarios como ‘me parece que van a rajar a viejos que no son de acá'", recordó.

Los episodios también se daban con complicidad del gremio. "‘Son cosas que pasan. Te la tenés que bancar porque acá es así', eso me decía el delegado cuando le iba a reclamar. Yo lo único que pedía es que me dejaran hacer mi trabajo. Nada más", afirmó.

El calvario de Ramiro duró casi seis meses. Según él, los castigos cesaron cuando se dieron cuenta que "no lo iban a rajar". "Yo aguanté por mi familia. Es duro venir acá. El calor, la falta de tus amigos, de tus vecinos, de tu ciudad. Hasta extraño el viento o las calles de Comodoro. Uno no se da cuenta lo que tiene hasta que lo pierde", sostuvo.

Reuniones para extrañar menos

Una vez al mes, los comodorenses radicados en Neuquén se juntan a compartir un asado. No hay distinción entre ciudadanos. Todos comparten y se ayudan entre sí. "Quizás en Comodoro nos hubiéramos sacados los ojos, pero acá somos un bloque. Muchas veces nos ayudamos o nos damos aliento cuando pensamos en volver porque sabemos que si renunciamos no volvemos a entrar más al petróleo", destacó Ramiro.

Las reuniones se hacen en quinchos o casas particulares. Antes salían a comer, pero muchas veces "el clima se ponía duro" con otros operarios. "Ya suficiente tenemos con el día a día para sumarle un lío más", consideró Gonzalo.

En la última semana de marzo, el ingeniero en Petróleo decidió renunciar y volverse a Comodoro. Dejó su puesto en Vaca Muerta para volver al Golfo San Jorge. "La plata no es la misma. Tengo francos rotativos, pero la tranquilidad de Comodoro no lo cambio por nada", aseveró.

Según Gonzalo, su renuncia sorprendió a todos, pero es un capitulo que se repite cada vez más entre comodorenses. "Son cada vez más los trabajadores que decidimos volver. Una cosa es lo que vos puedas contar en tus notas, pero otra es vivirlo. El calor, las horas de viaje, la falta de compañerismo, la calidad de vida, lo caro de todo y así podría seguir. Yo sé que en Comodoro la cosa no está muy buena, pero la verdad que Neuquén es difícil si no sos neuquino o porteño", reafirmó.

Ramiro coincide con la mirada de Gonzalo. "Yo lo hablé con mi esposa. Si tenemos la posibilidad de volver, volvemos. Yo vine con un panorama y acá me encontré con algo totalmente distinto. El comodorense será muchas cosas, pero jamás le dio la espalda a alguien. Yo antes decía despacito que venía de Comodoro. Hoy lo digo con orgullo porque el comodorense es una buena persona", aseguró.

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