Vergüenza ajena, problema real

Un análisis de Saúl Gherscovici

Mientras la economía real está en colapso y ebullición total, la pobreza va en aumento, las jubilaciones reales sufren junto con los jubilados un ajuste y represión sin precedentes, los sueldos no alcanzan para llegar a fin de mes, y la desocupación crece, el presidente Javier Milei protagonizó el lunes uno de los actos más bizarros y de desconexión con la realidad más grande de la historia.

El problema no es que el presidente cante realmente muy mal y no entienda el sentido real de algunas de las canciones que su banda eligió para que destroce y ofenda a sus autores, sino que, en medio de los claros efectos de su plan de ajuste que ya lleva casi dos años, viva en Mileilandia. Esa disociación hace que se sienta y vea como un economista y presidente exitoso, y como un rock o pop star star amado por la gente.

Para convalidar ese deseo y frustración de no ser, primero atacó a quienes realmente tuvieron o tienen ese talento. ¿Será por eso que, según su propia y peligrosa confesión, encarceló a Cristina y fustigó por todos los medios posibles a Lali Espósito y otras verdaderas estrellas pop que componen sus canciones y llenan (de verdad) estadios en Argentina y el mundo?

La verdadera banda

Para cumplir su fantasía, Milei necesita de toda una estructura que lo arrope en su delirio, ya sea como presidente o como cantante tan frustrado y malo, que ni siquiera pasaría el casting de La Voz Argentina. Para eso tiene dos bandas: una para ejercer el gobierno y otra musical, aunque algunos, como los diputados Lemoine y Benegas Lynch, participan en las dos.

La banda más peligrosa, claro está, son la que integran Luis Caputo, Patricia Bullrich, Federico Sturzenegger y los Adorni de estos tiempos que también, gracias a Milei, cumplen sus sueños húmedos de fuga de divisas, represión, y de intelectuales de voz sobradora.

Mientras Milei y los suyos destrozaban canciones, además del desplome económico, seguía destapándose la influencia del narcotráfico en el armado de las listas de La Libertad Avanza, con un José Luis Espert que pasaba de ser el gallo provocador de la cuadra y cabeza de lista, a llorar en un programa de televisión y renunciar a su candidatura y la presidencia de la comisión de Presupuesto.

Fred Machado, desde su prisión domiciliaria en su mansión de Viedma, comenzaba a dar indicios de que también había financiado el sueño político de un Milei, que intentaba alejarse de todo creyéndose Charly García o judío, al cantar provocadoramente el Hava Nagila, una canción alegre en medio y al borde de la fecha aniversario del inicio del genocidio en Palestina.

El problema, insistimos, no es que Milei cante realmente mal y tenga una banda de amigos para darse el gusto, sino que esté a cargo de los destinos del país y el futuro de su gente que, en su gran mayoría, ya no se ríe con los desbordes de un candidato disruptivo e irracional, sino que sufre los efectos de ese que convirtieron en presidente y que ahora desafina y mucho al cantar, pero sobre todo al gobernar.

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