Indemnizaciones: una vuelta a los 90, pero de diferente color
Los casos de trabajadores que intentan reinventarse, pero el dinero se les escapa de las manos. Una película que Comodoro ya vivió.
Mario trabajó 15 años en el petróleo. Su indemnización venía acompañada por una cifra con cinco ceros. El número fue una tentación. Cuando le ofrecieron el retiro voluntario, no lo dudó. Estaba cansado de la rutina de la industria, quería quedarse más en casa y cambiar el auto. Lo había hablado con su pareja y decidió aceptar la oferta. El dinero fue depositado casi al instante. Sin embargo, la apuesta no salió del todo bien. Mario es uno de los cientos de trabajadores que dejaron la industria y decidieron emprender un proyecto totalmente ajeno a lo que venían haciendo. El operario es un ejemplo de lo que ocurre en la ciudad.
El negocio de su vida
Cuando la plata estuvo en su cuenta bancaria, Mario hizo un asado para toda la familia. Era una especie de ritual para marcar un nuevo comienzo. Después cambió el auto. Se compró un vehículo de gama media-alta, de esos que miraba cada vez que el colectivo de la empresa pasaba frente a la concesionaria.
Los primeros días descansó y se dedicó a llevar a sus hijos al colegio, una actividad que nunca había podido hacer. Los fines de semana organizaba planes como ir a la cancha.
El descanso se terminó cuando vio que una carnicería ubicada sobre la avenida Roca tenía el cartel de "Vendo fondo de comercio".
¿Qué experiencia tenía como comerciante? Ninguna. ¿Qué sabía de carne? Poco y nada. Pero todo le indicaba que ese sería el negocio de su vida. Anotó el número, se lo comentó a su esposa y decidió llamar. La negociación fue simple y directa. Compró todo. No dijo que no a nada. Quería emprender antes de que la plata comenzara a desaparecer.
Un desafío más que complicado
Los días pasaron y Mario tuvo que aprender sobre proveedores, pagos de servicios, habilitaciones municipales y un sinfín de trámites para que su comercio no tuviera problemas.
La tarea no fue simple, pero el entusiasmo era mayor. Sin embargo, los problemas comenzaron a aparecer más rápido de lo esperado. Las heladeras no estaban en óptimas condiciones y tuvo que cambiarlas. El local tenía una deuda con el propietario y tuvo que saldarla para evitar complicaciones.
En medio de todo eso, los asados con amigos y familiares no cesaban. Esas reuniones implicaban una frase constante: "Yo invito". Mario pensaba que la carne sería infinita.
Todo comenzó a volverse en su contra, y el panorama empeoró cuando tuvo que pagarle al empleado que atendía el local, además de la compra de carne, los servicios y el alquiler.
El dinero de su indemnización era cada vez menor. No sabía en qué se le iba la plata y la carnicería se había quedado sin carne. Decidió frenar con los asados familiares, pero ya era demasiado tarde. Las cuentas estaban en rojo.
Al cabo de cuatro meses, la carnicería cerró. Mario puso fin a su proyecto y decidió invertir lo poco que le quedaba en un auto de tanque pequeño para trabajar como chofer de Uber.
Una experiencia con subidas y bajadas
Ezequiel también decidió tomar el retiro voluntario. Su ciclo en la industria había terminado. Estaba cansado de todo: el reclamo de horas extras, el sindicato y la incertidumbre del precio del barril de petróleo.
A diferencia de Mario, Ezequiel sabía en qué quería invertir su dinero: una verdulería. En los primeros días se dedicó a comprar un vehículo utilitario usado y a interiorizarse sobre los proveedores.
Consiguió un local y comenzó de a poco. Las mañanas estaban destinadas a buscar mercadería y a abrir el comercio. Los primeros tres meses no fueron fáciles: todo era pérdida. Sin embargo, Ezequiel sabía que no debía darse por vencido.
"Recién al quinto mes le pude agarrar la mano. Fue difícil porque son muchos trámites y te podés comer el negocio", contó el trabajador en diálogo con ABCDiario.
Ezequiel trabajó duro y logró salir adelante. Su negocio empezó a rendir frutos, pero sabe que hay muchos excompañeros que no corrieron con la misma suerte.
"Nadie nos dice cómo hacerlo"
El emprendedor valoró la importancia de conocer las dificultades de emprender.
"Uno sale con la plata y te quema las manos. Yo sabía que lo que había ganado era mucho, pero a la vez poco. Tuve la suerte de más o menos conocer el rubro comercial por mi hermana, pero es todo un desafío para quienes estamos acostumbrados a tener un sueldo fijo".
"Tengo compañeros que tomaron la indemnización y se endeudaron más de lo que estaban antes. Otros decidieron hacer Uber, pero ahora hay muchos autos. Y unos pocos se unieron y armaron un proyecto, pero es difícil si no tenés las cosas claras", agregó. Ezequiel recién ahora reconoce que empieza a tener una pequeña ganancia con su verdulería.
"Yo sabía que iba a ser duro, por eso nos mentalizamos desde el principio en que el negocio necesitaba, como mínimo, un año para empezar a dar ganancia", subrayó.
El dinero de las indemnizaciones está en las calles de Comodoro, pero buena parte de ese capital no logra ser invertido de manera efectiva para ayudar a los extrabajadores de la industria. Un síntoma más de las similitudes con los años 90.







