Indignante: mató a su pareja, pero quedó libre porque ella le había sido infiel

El hombre iba a recibir 35 años de pena, pero la Justicia entendió que las infidelidades de la víctima eran atenuantes y le redujo la condena.

El contador Leonardo Crespo ahogó a su esposa en la pileta de lona de la casa donde convivían en el 3 de marzo de 2005, convencido de que ella le era infiel. La Justicia lo condenó a 22 años de prisión pero luego de recibir una serie de insólitos beneficios y a pesar de que las pericias psicológicas no lo favorecen, le otorgaron la libertad condicional.

El argumento del juez de ejecución penal de La Plata, José Villafañe, fue llamativo, informó el diario El Día. Según su criterio, Crespo no sólo aprovechó su tiempo en la cárcel para estudiar y reinsertarse en el mercado laboral sino que, remarcó, cuenta además con el acompañamiento permanente de su grupo familiar.

En este sentido, basado en la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, Villafañe sostuvo que “en la violencia de género lo que se debe ponderar es el contexto en el que se encuentra enmarcado ese vínculo, siendo imprudente considerar, en el marco de estos delitos, un hecho aislado de todo su contexto histórico”.

Como consecuencia, el fallo subraya que el encierro “poco puede hacer” por un hombre criado en una sociedad “cuyas reglas generan desigualdad y violencia con el género femenino”, siendo responsabilidad del Estado proveer las herramientas necesarias para deconstruir esto.

De esta manera, le otorgó la libertad condicional aunque una apelación mantendrá por ahora la medida en suspenso.

Crespo llegó a su casa y encontró a su esposa en el jardín. Analía Scamochero, de 38 años, había puesto una reposera dentro de la pileta de lona que tenía unos 50 centímetros de agua. Ella nunca pudo defenderse: la golpeó desde atrás y la dejó casi inconsciente. Después, la tomó por la nuca y la ahogó.

El contador dejó el cuerpo en el agua y volvió a la casa para simular un robo. Desordenó todo lo que pudo y salió simulando un “shock” a pedirle ayuda a un vecino. Dijo que recién había llegado a su casa y como el portón estaba abierto no se animaba a entrar.

Todo estaba encaminado para que le dieran los 35 años que prevé la ley, pero la Justicia entendió que las infidelidades de la víctima eran atenuantes y lo condenó a 22 años de prisión.

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