Argentina no es o no debería ser Costa Pobre
Por Saúl Gherscovici
El presidente Javier Milei está cerrando, en momentos que se escribe esta nota, su viaje a Estados Unidos con una reunión bilateral con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu: el responsable intelectual y ejecutor del genocidio que su país está llevando a cabo en la franja de Gaza.
La reunión se lleva a cabo en momentos de condena internacional a Israel por este genocidio, que además del cuestionamiento, determinó que muchos países salten el cerco y reconozcan la existencia del estado palestino.
El alineamiento de Milei con Israel no debería sorprendernos porque siempre fue claro y excesivo. Además refleja claramente la bipolaridad entre discurso y los hechos concretos porque, mientras promueve en las palabras la búsqueda de la Libertad, en la práctica impulsa sojuzgamiento, persecuciones, pobreza (que es una forma de esclavitud) y acompaña genocidios.
El cierre de este nuevo viaje del presidente y de su hermana secretaria general correspondió a o lo que fue toda la gira. Una vez más la representación institucional volvió a mezclarse y degradarse en actos bizarros, más propios de una comedia de enredos y de estudiantina de secundaria que de actos de gobierno y acciones de un digno jefe de Estado.
Emocionado por una fotocopia y palabras vanas
La bilateral con Donald Trump, esa en la que Milei recibió una fotocopia de un posteo de apoyo del presidente norteamericano, es la que describe de cuerpo entero la poca ubicación, representación y orgullo que el presidente tiene para si mismo, el país y lo que es Argentina, que para muchos es un patria pero también una idea de rebelión, superación, esfuerzo, talento y orgullo.
Milei, ya lo hemos visto, le gusta hacerse el duro desde arriba de una camioneta gritándole a una madre que está tomando algo en la vereda de un bar con su hija en Lomas de Zamora, mientras va eufórico a una caravana que se desvanecerá metros después, pero también arrastrarse como un felpudo y reírse de manera estentórea y celebratoria ante los poderosos que de él se burlan.
Ya lo había definido con claridad y certeza la entonces candidata presidencial de la izquierda, Myriam Bregman: "Milei no es un león, es un gatito mimoso del poder económico"
El problema no es solo estético, para citar un segmento en los que Milei como los nazis que establecían parámetros de superioridad también en ese campo, sino de hechos concretos. El presidente, además de hacer el ridículo en esta arrastrada bilateral, dejó en evidencia que por una promesa de salvataje electoral no solo se arrodillará y arrastrará sino que entregará a Estados Unidos todo lo que requiera para mantener (aunque sea por un mes) el valor dólar que tanto promocionó y sostuvo hasta ahora con la quema de reservas.
Por una fotocopia, entregada en medio de una catarata de elogios grandilocuentes y confusiones de instancias electorales (Trump aseguró que en octubre Milei será reelecto, por ejemplo), Milei ya aceptó las primeras instrucciones del secretario de Estado, Scott Bessent. Ante un simple comentario de quien en la práctica es también su nuevo ministro de Economía archivó la retención cero que horas antes había anunciado por un mes.
Es muy curioso como su prédica anti estado es solo para Argentina porque, mientras que acá dice promover la no intervención, allá elogia el intervencionismo de Trump y adapta sus medidas a las que en Estados Unidos necesitan los productores norteamericanos para no perder competitividad. En fin..
Luego de la arrastrada bilateral, ante una ONU literalmente vacía, Milei terminó de hacer el ridiculo con una chupada de medias abismal a Donald Trump, a Israel, y autoelogiarse, para no ser menos.
Su discurso, tan retrógrado y revulsivo como los anteriores en Davos o en la misma ONU, no generó atención alguna y solo fue aplaudido, más que por entusiasmo por obligación, por parte de la delegación argentina.
Milei, que ya se compara con De La Rúa, en realidad está cada vez más parecido a ese oportuno personaje de Olmedo que, como emperador de Costa Pobre, portaba orgulloso sobre su sacón violeta (oh casualidad) y como símbolo distintivo una banda de conducción. Sobre ese elemento de poder claramente se leía una leyenda: "tus amigos", que eran esos que le recordaban de manera clara que lo habían puesto en el poder, lo sostenían (hasta que quisieran) y para quienes debía gobernar.







